Waves draws a parallelism between three major Cuban migration episodes (Camarioca, Mariel, Rafters) and to some degree describes the political wrangling between Fidel Castro and various US administrations. But above all it narrates the misadventures of three members of a Cuban family ―father, daughter and son― who decide to emigrate to the US after individually seeing for themselves that they cannot lead a satisfactory life on the island.
“De este país lo que hay que hacer es irse de una vez.”
Ángel nunca se habría imaginado en una situación así: hambriento, extenuado y sin la certeza de que sobrevivirá un día más. Pero el futuro de su familia no tiene precio.
Olas sumerge al lector en un mundo de ron y puros habanos, sexo y drogas, dominó y boleros, a la vez que enlaza tres episodios de éxodo cubano a Estados Unidos. Un libro sobre Cuba que no toma partido con izquierdas ni derechas, sino con gente de a pie, sofocada por las circunstancias. Un homenaje a los emigrantes de hoy, sus esperanzas y sacrificios.
José Ramón Torres (La Habana, 1963) estudió Lengua y Literatura Inglesas en la Universidad de La Habana y se doctoró en Ciencias de la Educación en la Universidad de Barcelona. Ha sido profesor universitario, traductor, intérprete, presentador de televisión, corrector, gestor de proyectos y jefe de departamento de localización, telefonista, portero y vendedor ambulante. Olas es su primera incursión en la ficción después de varias publicaciones académicas.
Targeted Age Group:: Adults
What Inspired You to Write Your Book?
I conceived and developed this book as a result of the experience and expression needs I had accumulated during my youth in Cuba. Before writing this first work of fiction, I had only published academic articles, mostly on phonetics and language teaching.
How Did You Come up With Your Characters?
There are real people behind some of the characters in this novel. Usually more than one. Then there are my own thoughts and voice, which sometimes get mixed with theirs. But to this you’ll have to add the fictional component blending it all together and also creating a falsehood with the appearance of reality.
Book Sample
Ya es oficial
Si Estados Unidos no toma medidas rápidas y eficientes para que cese el estímulo a las salidas ilegales del país, entonces nosotros nos sentiremos en el deber de darles instrucciones a los guardafronteras de que no obstaculicen ninguna embarcación que quiera salir de Cuba.
(Fidel Castro Ruz, televisión cubana, 5 de agosto de 1994)
A remar, a remar, a remar
Cae la tarde del sábado 13 de agosto de 1994 y la costa norte de la isla parece recibir con halagüeña complacencia a quien quiera aventurarse. Por Cayo Guajaba, en el este, acaban de hacerse a la mar once personas, entre ellas dos menores. Por Alderete, Cárdenas, diez; por Playa Pajarita, en La Palma, seis; y por Bahía de Guadiana, Pinar del Río, casi en el extremo occidental de la isla, doce.
En la barriada capitalina de Santa Fe, donde ya no queda ni rastro del aguacero de hace tan solo media hora, la marea vuelve a subir y regresan a tierra los familiares y amigos que, durante la despedida en la segunda bajamar, se aventuraron hasta el islote a unos cien metros de la costa. Una de las embarcaciones está compuesta por cuatro cámaras de neumáticos alrededor de un tanque metálico sellado y una lona de camión militar a modo de cubierta. Otra, por bloques de poliespuma con armazón y plataforma de madera. Entre los artefactos flotantes de los llamados “balseros” también hay un techo de tractor montado sobre tubos de regadío y un espartano par de cámaras atadas con sábanas a un palé.
Bajo las nubes de patrones espléndidos, nacaradas con la iluminación rojiza del sol en el horizonte, Ángel y Eduardo avanzan lentamente sobre la arena hacia donde Castillo guarda su bote de pesca. Lo han ido avituallando con víveres para las varias jornadas que podría extenderse la travesía y dos machetes que utilizarán en caso de abordajes no deseados. Ángel va delante, en pantalones claros y pulóver de poliéster con estampado de colores tierra y vino. Eduardo lo sigue en bermudas, sandalias artesanales y una camisa de hilo blanco y mangas largas. Observan subrepticiamente a gentes de todas las edades que se encaraman sobre sus garabatos navales y empiezan a bregar eufóricas, como si iniciaran un juego. Hay quien lucha por subirse a una balsa en medio del barullo y también quien lucha por impedírselo. A unos los aplauden por su destreza. A otros los abuchean por dar vueltas en el mismo sitio. Unos lloran, otros gritan y otros observan curiosos el espectáculo. No falta el chiste ni el trago de ron, y a unas mujeres en la estrecha franja de arena se les escucha cantar:
A remar, a remar, a remar
A remar, a remar, a remar
A remar, a remar, a remar
Que la virgen de Regla los va a acompañar
A veinte metros de Ángel y Eduardo, una figura en mangas largas y sombrero de guano calado se levanta de un cubo boca abajo para entrar en la caseta de zinc a la que estaba recostada y de la que no tarda en asomar una quilla de madera.
*****
Las verdosas aguas adquieren un color azul oscuro primero y luego negro azulado a medida que el bote de dos metros y medio de eslora por uno de manga, con motor Johnson de cuatro caballos de fuerza, se adentra en el mar y la noche.
Eduardo es el primero en sustituir a Migue a los remos. Se esfuerza en silencio sin la certeza de si huye o si lo han expulsado. Junto con el litoral habanero deja atrás la red de limitaciones en la que había quedado atrapado con treinta y dos años en las costillas.
A su padre el bamboleo lo turba, pero prefiere esta sensación al atolondramiento que hace un rato le causaban el rompiente, las despedidas, los cantos y el júbilo de los balseros que o bien transportaban o bien terminaban de armar en la arena sus precarias embarcaciones.
Migue se alegra de haber zarpado después de las seis de la tarde para evitar en lo posible el sol. Ahora que les pasa por el lado una balsa a motor y vela con una decena de personas y un perro a bordo, comenta:
–Es mejor esperar un poco para encender el motor. La gasolina que he podido conseguir debe darnos para más o menos un cuarto de la travesía. Por ahora lo único que tenemos que hacer es alejarnos de la costa.
–Ningún problema, hermano –dice Ángel.– De todos modos, no íbamos a llenar el bote de bidones de gasolina aunque la hubiésemos conseguido. Cambiando de tema, a que no saben quién cumple años hoy.
–¿Quién?
–El Fifo. ¿No les parece un buen regalito esta salida?
–El mejor regalo que el pueblo puede hacerle es dejarlo solito en su isla –remata Eduardo.
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